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Recuerdos en la Esa Boyá

Autor:Lolo revienta
El sol empieza a calentar menos, no hay apenas nubes en el cielo. Es una típica tarde de primavera en la dehesa Boyal.
Tranquilo y paciente, como cada día, se encuentra Juan. Está sentado en una piedra, al cobijo de la sombra que le proporciona una gran encina donde descansa su espalda, mientras afila un pequeño y delgado palo con su navaja, sin dejar ni un momento de mirar como pastan sus ovejas.
Su pastor alemán se encuentra a su lado tumbado. Lo mira y este bosteza, parece contagiado por la paz y tranquilidad que se respira esa tarde.
Aquél bostezo, sin saber porqué, le saca del ostracismo en el que se encuentra, y de un modo que no se explica, su perro le recuerda a su primo Kiko.
“¿Cómo le irá al primo Kiko?, en desde que se fue al Norte no sé apenas ná de su vida. El joio perranco como le decía er tío José, que era escapá de quearse dormio de pie. Después era espabilao el joio, en la escuela era de los más listos y siempre me chupelaba a los bolindres…en cuanto hizo la mili cogió el petate y se fue pal norte. No le gustaba na er campo, ¡pues seguro que estoy yo aquí mejor que él en la fábrica!… ¡ Y el jodio que acento ha cogió! Se tira dos días paí y la última vez que lo vide me dijo: “Ay va la ostia, mañana a la mañana voy pa tu casa” joio pamplina… al final tuvo suerte, se casó con la Nuria, guena mujer, pena que no lo haya pasao bien en la via, en todavía recuerdo cuando se murió su padre…que buen hombre era el Benancio, siempre nos dejaba subir en la burra cuando lo veíamos por la calle Nueva de camino al pilar…”
-¡Chucho anda por ella!- le apremia al ver como una oveja se está alejando demasiado.
Ese pequeño lapsus hace que pierda el hilo de sus pensamientos. El palo ya está bien afilado por una punta, le da la vuelta y comienza con parsimonia a afilar la otra.
En un gesto mecánico sus ojos se encuentran con la sierra, ya totalmente en sombras, le encanta contemplarla al atardecer.
“Tendriá yo trece años o pai cuando subí por primera vez en la excursión del cura, en totá no padeció na cuando se perdió el Tomás, joio arcuza que se mete entre la maleza porque decía que había visto un lazo pa zorros, con lo embebio que estaba nos costó mucho encontrarlo, después se llevó una buena tollina de parte del cura”
Mira a su alrededor. El sol está cada vez más bajo.
“¿Y la Juliana?, me parece que está en Madri. Estará ya casá y con críos, pero anda que no hace tiempo que no la veo. No padecí na er día que me entalló su padre en el cancho reondo metiéndola mano, en tota no corrí na cuando le vi con la vara de acihuche en la mano, menos mal que era mayor y le costaba correr. Estaba medio esbaratao er pobre, pero en después me cogió su hermano Hernán en la pileta y me preparó, y después mi padre con el cinto. ¡ Cómo le gustaba quitarse el cinto!…pero en la junta de noche vieja cayó, no se me orvidará en la vida, sabía latín la joia… era muy picara…”
-¡Juan!- le saca de sus pensamientos una voz familiar.
-¿Qué haces paquí madre?- le pregunta cuando la ve encorvada caminando torpemente, mientras se sujeta su falda negra para no tropezar.
-Ma acercao tu hermano Federico. ¡Apremia, coge los aperos y mete ya las ovejas que está oscureciendo!
-Pero madre, ¿pa qué a venio usted ar campo?
– ¡Ave sijo!, tenía ganas de salir de casa, que me tirao to la tarde zarpeando en la panera, ¡y no te metas el palo en los dientes que te vas a quedar esfolicao!
Escupe el palo de su boca.
-Madre ¿por qué no compras una lavadora?…y ten cuidao que te vas a caer que hay muchos chinatos paí.
-¡No me compro ni una lavaora ni un frigorico ni na, y apremia que se va a hacer tarde!
Sabe que no tiene nada que hacer cuando se le mete algo en la cabeza a su madre, pero mientras va con las ovejas ya de camino al cercado, le invade la felicidad, al ver a esa pequeña mujer vestida de negro caminando lentamente, mientras oscurece en la dehesa boyal.

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